CULTURA Y FLAMENCO

Se abre el telón. El rumor de un volante que se recrea en las curvas del tiempo corta sin quererlo el aire. Bordados que acarician el duende, flecos que vuelan al compás del talento. La leyenda de Lina Sevilla está naciendo en los tablaos, las entrañas del arte.

La bailaora Manuela Vargas es una de las primeras grandes artistas de los sesenta que empieza a vestirse en el taller de Lina. Junto a ella, otros nombres como Carmen Sevilla, María Rosa, Merche Esmeralda y más tarde Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Lola Flores o Juanita Reina elegirán las creaciones de Lina Sevilla para los vestuarios de sus actuaciones.

Más allá de las tablas, el escenario global de los medios de comunicación también se viste de Lina Sevilla. En la Feria de Abril de 1966, la foto de la princesa Gracia de Mónaco saliendo del brazo del príncipe Rainiero del hotel Alfonso XIII, vestida con un traje de Lina Sevilla, da la vuelta al mundo.

 

Lina tiene el privilegio de confeccionar para la princesa un traje que ya es leyenda de la moda y la artesanía españolas. Se trata de un vestido clásico de la firma, realizado en blanco con tiras perforadas en rosa.

 

Gracia de Mónaco inaugura una tradición royal: Lina Sevilla se convierte en favorita de la aristocracia y viste a la entonces princesa Doña Sofía, la duquesa de Alba o la baronesa Thyssen.

Precisamente Camino del Rocío (1966), protagonizada por Carmen Sevilla, es la película que instala otra silueta de Lina Sevilla en el imaginario colectivo. Su traje rojo, de manga larga y con enaguas de organdí, es todo un símbolo de feminidad que traspasa el tiempo.

La reina Sofía confiará en Lina en dos grandes ocasiones: su visita a la Feria de Abril de 1968 y su primer Rocío, en 1972. La Baronesa Thyssen, por su parte, elegirá Lina Sevilla para su visita al Rocío en 2001.

La relación de Lina con el séptimo arte continúa con la película Carola de día, Carola de noche, de Jaime de Armiñán, protagonizada por Pepa Flores, Marisol. El vestido de flamenca que luce la gran estrella pop española destaca por una nueva evolución: se baja el largo a ras de suelo (hasta entonces se llevaban por los tobillos) y se marca la cintura y el escote.

Durante los años setenta, no hay artista flamenca que no confíe en Lina para sus vestuarios.

«Y PA’ LA FERIA UN MANTÓN DE LINA»

– Miguel Poveda, Tanguillos de Triana.

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